sábado, 22 de noviembre de 2014

El saber no ocupa lugar

El saber no ocupa lugar, eso dicen los que viajan ligeros de equipaje por la vida. El saber no ocupa lugar, pero el vacío destinado a él está lleno de las decepciones que provoca. No ocupa lugar, pero de alguna forma está ahí en medio, obstaculizando decisiones y generando dudas, eso sí, siempre muy razonables. El saber sabe bien cuando de saborea en el paladar por primera vez y nos sentimos sabedores de un momento único que no ocupa lugar en el espacio mas sólo en el tiempo. Con el tiempo el sabor del saber se vuelve desaborido, desabrido, y pensamos en qué sabroso sería desocupar todo ese lugar vacío ocupado por tanto saber. De repente, deseamos tener nuestra cabeza tan vacía de vacío como un niño; ansiamos el vacío desordenado que llevan los locos en sus hatillos o en sus bolsillos agujereados; anhelamos el vacío que los bohemios dejaron en algún cofre algún día antes de ir a buscar otro lar donde llenar su vacío de cosas que sí ocupan lugar. Y nos damos cuenta de que simplemente no podemos sacar algo que no se ve de un sitio que no conocemos, y es demasiado tarde para desconocer, porque el saber no ha ocupado lugar, pero se ha apoderado de todo el tiempo. Desde el primer bocado el saber ha sabido versar nuestra voz, besar nuestro ego y bregar con nuestro dolor; pero al acumular el tiempo polvo sobre nuestro saber, éste se vuelve añejo en un primer momento para picarse más tarde, para agriarse en el fin. ¿Quién sabe cuándo es suficiente saber? ¿Cuando duele más que la ignominia de la ignorancia? Ojalá el saber ocupara lugar para saber cuándo estamos llenos de él, para saber cuándo poder parar.


El saber no ocupa lugar, pero mis estanterías están repletas de un vacío inquietante que no me deja poner otra cosa.

miércoles, 17 de octubre de 2012


EL EMPLEADO DEL MES

            Es un día cualquiera (pongamos un lunes), a una hora sin relevancia (digamos las diez menos cuarto de la mañana), en un establecimiento normal y corriente (por poner un ejemplo una tienda de ultramarinos). El encargado del local barre concienzudamente la acera teniendo especial cuidado en añadir unas gotas de agua al suelo para no levantar polvo (aproximadamente entre 28 y 30 y en ningún caso por encima o debajo de 29 de ellas por metro cuadrado). Su jornada comienza a las diez en punto pero todos los días el afanado trabajador acude 1200 segundos antes para asegurarse de que la calle esté en perfecto estado de revista por lo menos en la superficie correspondiente proyectada 3 metros desde la fachada en adelante y todo el ancho de la misma con un margen añadido de no menos de 50 centímetros en días de escaso viento, 75 en caso de viento moderado y 100 cuando éste sobrepasa los 60 kilómetros a la hora. Los veinte minutos se distribuyen de la siguiente manera: 4 son los que hacen falta para levantar la persiana, colgar las llaves en el portallaves, coger el delantal, atárselo y agarrar escoba, recogedor, cubito con agua y un cuentagotas; el siguiente segmento de tiempo consistente en 10 minutos es el necesario para aplicar las gotas, barrer y recoger el exceso de detritus de la rue; 5 minutos dedica a la detección y eliminación, en caso de ser necesaria, de la pegajosa golosina que a todos parece encantar, esa goma dos de andar por casa, ese terrorismo callejero que cuenta con el beneplácito de casi todos y la impunidad del que se arrastra por los suelos casi sin ser visto; pero en los 12 metros cuadrados de acera auto anexionados por el ultraresponsable responsable de “Ultramarinos Segundo III” no hay cabida ni para 5 míseros gramos de chicle pisoteado; ese perímetro es el rectángulo de las Bermudas de las chuches y el agujero negro del mensajero de la caries. Para finalizar con la labor previa a la labor siguiente, emplea el minuto sobrante en devolver la escoba, recogedor, cubito ya vacío de agua y cuentagotas al armario correspondiente a los productos de limpieza de la calle y a lavarse las manos aplicando jabón un par de veces y aclarando otras tantas.

            Diez en punto de la mañana. El trabajador es correcto, casualmente su nombre es Correcto. Correcto luce una amplia sonrisa y su cuerpo aparece erguido tras la barra como un girasol a mediodía. Correcto saluda a todo el mundo que entra o que simplemente pasa por la puerta de camino a quién sabe dónde y procedente de vaya usted a saber qué lugar; saluda al señor que le trae el pan, da los buenos días a la vecina del 7 derecha del bloque de enfrente y tiene un amago de conversación con el barrendero municipal sólo para asegurase de que éste efectúe los movimientos necesarios en el desarrollo de sus funciones funcionariales sin perjuicio ni mácula para los 12 doce metros cuadrados más los cinco de margen añadido (puesto que la brisa se había tomado el día libre)  de pavimento urbano auto anexionado bajo el consentimiento tácito de vecinos, barrenderos y autoridades pertinentes.

            El local no es excesivamente grande, más bien es pequeño, unos 90 metros cuadrados, centímetro arriba, centímetro abajo si tenemos en cuenta las 8 columnas con las que cuenta el habitáculo. Lo que marca la diferencia , lo que realmente hace grande al pequeño negocio regentado por el siempre correcto Correcto es la forma en la que está distribuido el género: todo ordenado por artículos  y con un vanguardista y revolucionario método de almacenamiento ideado por el mismo Correcto  basado en el aprovechamiento de las aristas de cada bote, cartón o lata con vistas a conseguir un equilibrio perfecto del producto almacenado y optimizar el bien más escaso del lugar que es precisamente la ausencia de abundancia de éste.
           
            Al fondo del todo, un tabique con embutidos colgados de una barra de metal separa la zona de atención al público de una pequeña oficina donde sólo cabe un escritorio con su respectiva silla giratoria de color negro y dos estanterías con carpetas A-Z, un aseo, ni mencionar merece, mínimo, y un diminuto cuartillo con dos armarios para productos de limpieza para el interior y el exterior del comercio. Todo reluce, el polvo emigró hace tiempo de ese lugar hacia lares donde la dictadura del trapo no alcanzaba a golpear con su firme mano abierta. Todo está ordenado como la corrección insinúa, sugiere e incluso aconseja a todo el que quiera escucharla: La silla, bajo la mesa; los A-Z, como su nombre propio indica, ordenados por años y subordenados por orden alfabético, correspondientemente alineados con los bordes de los estantes; los sanitarios gozan de un blanco inmaculado que ni en los albores de su creación llegaron a conocer los ojos del cuerpo a las que también pertenecían las manos que los moldearon; por último el cuartito con sus dos armarios, el exterior, con todo el material ya citado anteriormente, y el interior, que almacena asimismo bayetas, productos de limpieza y en una balda superior, el delantal blanco para situaciones de emergencia  milimétricamente doblado en forma de cuadrado junto (pero sin tocarse) a dos bolas de alcanfor.
           
            La zona que media entre la parte privada y la vía pública tiene un aire antiguo a tienda de ultramarinos de los años 70. Techos altos con ventiladores blancos, mostrador de madera de marmórea encimera, paredes alicatadas a tres cuartos de altura y pintada de verde hospitalario el cuarto restante. Y en el suelo, duelas sobre las que la cera y la pulidora aplicadas en combinación cada cambio de estación consiguen disimular sus más de 30 años de existencia. El resto de accesorios, también de vetusta apariencia eran, a saber, en una de las paredes laterales, varias grandes neveras (tres, para qué andarnos con ambigüedades a estas alturas del relato) con puertas acristaladas para la adecuada visualización del género refrigerado; las estanterías, confrontándose a los frigoríficos en el muro opuesto, y que por sí mismas merecerían más que una descripción en detalle un ensayo paralelo a éste vamos a llamar (permítanme la licencia) manuscrito; dos arcones  bajo el mostrador para los bienes congelados y una caja registradora de la época de la posguerra que había sido recientemente restaurada para no hacer añicos la armonía del local, lo que hoy los snobs de personalidad con etiquetas de marca llaman Feng-shui.

            La mañana transcurre como casi todas las demás. La afluencia al establecimiento es moderada pero constante de más o menos cinco o seis personas a la hora a las que Correcto dedica groso modo unos 10 u 11 minutos de su valioso tiempo. Tendrán que perdonar la falta de exactitud con la que les comento este episodio concreto de la vida de la tienda, pero jugaría a ser Dios si me permitiera, o el mismo tendero permitiese, cuantificar lo que deben durar las relaciones sociales entre seres que ejercen el derecho a la interacción que nos ha sido concedido por naturaleza. Todo el barrio conoce al eficaz empleado desde que Segundo III lo contratara hace ahora veinte años, cinco meses y dieciocho días y medio. Correcto  se ha hecho hombre dentro de ese negocio, donde comenzó a trabajar con sólo 14 años de edad. Su progenitor enviudó tempranamente y el pequeño de la casa tuvo que salir antes de lo esperado a ganar el sustento para él, sus dos hermanas y la madre que los parió. En los primeros tiempos, ganaba casi una miseria de sueldo que era todo lo que don Segundo podía pagar, más o menos treinta y cinco mil quinientas cuarenta y dos pesetas al mes, peseta arriba, peseta abajo. Todo fue evolucionando ya que dueño y asalariado lucharon codo con codo para convertir aquel local en un negocio próspero, y con el tiempo, dio para vivir decentemente. Claro que no todo era perfecto, Correcto sí, pero Segundo no, y tenían las diferencias de opinión y perspectiva que da la edad y la condición de cada cual. Por poner un ejemplo: Correcto gustaba de utilizar unos guantes para manipular la mercancía que se quitaba cada vez que iba a cobrar o devolver dinero a los clientes y eso no era del todo del agrado de don Segundo III que opinaba que a la clientela le transmitía cercanía el trato de una mano desnuda, amiga. Generalmente las discrepancias no solían pasar de ese tipo de situaciones, de hecho, si hago uso de la memoria de mi imaginación, podría afirmar que esa fue la única desavenencia entre empleado y empleador y se salvó con un consentimiento casi inmediato por parte de Segundo para que Correcto usase un par de guantes para tratar el género.

CONTINUARÁ...

jueves, 10 de mayo de 2012

¿Te acuerdas?


¿Te acuerdas de cuando pesaba unos cuatro kilitos? ¿De cuando cabía en las palmas de tus manos? Hoy en día sé lo que sentías, la emoción que te embargaba cuando me besabas al llegar a casa, la felicidad que te recorría al despertarte con risas por la mañana. Entiendo aquel instinto de protección porque yo mismo lo experimento ahora…

¿Recuerdas el día que planeaste montar tu negocio? ¿Esa sensación de tener una bomba de ideas e inquietudes a punto de explotar? ¿Ese millón de ilusiones profesionales por cumplir? En este momento siento lo que es poner en marcha un sueño, lanzarme al mundo a conquistarlo y hacer de él mi orgullo y realización…

Me has dado una formación que tú no tuviste, unos lujos que tú nunca pudiste y una vida que jamás te permitiste. Entiende que eso y más me han hecho diferente a ti, no soy mejor, ni peor, soy quien soy y te quiero como eres. Sé que tú no vas a cambiar y no lo pretendo; ayúdame, aconséjame, aliéntame, pero no intentes cambiarme porque tú procuraste que yo fuera tal y como soy hoy… e incluso a veces lo disfruto.

Ojalá que los años no me endurezcan, que pueda seguir respetando la forma de vivir de cada cual, la entienda o no, porque quizás un día pueda no comprender a mi pequeña, que ya no lo será, pero espero no anclar sus proyectos por ello. Quiero seguir sintiendo que la forma más directa de llegar a la satisfacción es tener una buena base y poner todo el empeño en hacer lo que nos gusta, sea lo que sea. No tengo miedo a equivocarme, bueno quizás un poco, pero es un proceso natural y tendré que hacerlo más de una vez (como eficientemente ya he demostrado…).

Quiero ser feliz, quiero sentirme orgulloso de lo que hago, acostarme por la noche y sentirme bien conmigo mismo. Deseo que no sea mucho pedir que me hables y te note orgulloso de mí…

Hay muy pocas cosas en esta vida que necesite más que sentirme a tu lado como cuando me cogías entre tus brazos sin ninguna dificultad, viendo sólo a tu hijo, tal cual es y sintiéndote bien simplemente por el simple hecho de ser yo.

Ojalá no tuviera que escribirlo en un blog (no te preocupes, lo lee muy poca gente… o menos).

viernes, 9 de marzo de 2012

Mi T-800


Hoy he recibido mi nuevo "juguete", un abatidor de temperatura que me venía haciendo falta ya desde hace algún tiempo. Es ese tipo de necesidad medio superflua, es decir, no es algo que tenga que tener pero sí es una máquina que te facilita y te agiliza el trabajo de obrador en la heladería.

Este abatidor es, por decirlo de una forma bruta, un ultracongelador; un aparato que alcanza temperaturas muy bajas en muy poco tiempo. Y esto es así porque el helado (dependiendo de la formulación de cada cual) necesita para una óptima conservación en vitrina unos 15/16 grados bajo cero y cuando lo sacamos  de la mantecadora éste no supera los -10ºC. Es en este momento cuando el producto necesita un "golpe" de frío y es aquí donde entra en escena nuestro amigo de hoy, ya que desde el momento en que la crema sale por la puerta de la mantecadora está aumentando su temperatura. Sin un abatidor, un helado recién sacado ya estaría por debajo de esos -10ºC y posteriormente se pasaría a un congelador o cámara frigorífica que a lo sumo nunca estará a menos de -20ºC. Durante el tiempo que le lleva a nuestro manjar alcanzar su temperatura ideal, éste está perdiendo propiedades que sin embargo con el uso de la nueva maquinaria se conservarán desde el primer momento. Estas propiedades o cualidades son principalmente la forma, la textura e incluso en última instancia el color de nuestro producto; no por nada el frío es el pilar básico que sostiene la arquitectura nubosa y etérea de un helado.

Aparte del uso anteriormente citado, esta maquinaria se puede utilizar en muchas otras suertes heladeras tales como la elaboración de tartas, bombones helados, polos o incluso pastelería tradicional, ¿por qué no? Como en muchos otros gremios, el límite lo pone la imaginación. Así que aquí estoy, loco de ganas por abatir por temperatura todo lo que pase por mis manos... ya sea un T-1000 de metal líquido que venga a acabar con el futuro líder de la resistencia humana contra las rebelión de las máquinas y esperando que la mía se quede en mi bando, claro está.

jueves, 8 de marzo de 2012

Me presento

             Por consejo de mi terapeuta empresarial doy un pequeño giro en el devenir caótico de las palabras anteriores que, de una forma muy estilizada venían a decir nada, para, de una forma todavía indeterminada, escribir otras que vengan a decir medianamente algo.

            Comenzaré presentándome. Éste que firma no es más que otro ser perdido en la vorágine de un mundo que para mi gusto empieza a ir más rápido de lo deseado. Uno va avanzando en edad y contrariamente a lo que pensaba de niño, tengo ahora muchas más preguntas sin responder que en la propia infancia. Pero este blog no está destinado a proponer cuestiones vitales ni a dar respuestas trascendentales, simplemente intenta mostrar la cara menos visible de alguien como tú, o sea, yo. Una cara más sincera que la misma cara de uno, que cada vez es menos reflejo del alma, ya que a diario nos situamos delante de unos espejos imaginarios que son los demás y practicamos muecas y tratamos de poner nuestra mejor cara de póquer con algún tipo de finalidad ventajosa. Pues eso, aquí tenéis mi rostro, para ser visto con otros ojos, algo parecido a como los invidentes miran a alguien con las yemas de sus dedos.

            Mi nombre es Eduardo, me gusta vivir, lo cual no quiere decir que sepa cómo hacerlo muchas veces. Me gano la vida haciendo y vendiendo helados en el sur de España, me gusta el rock, estampar letras sobre papel y la preciosa risa de mi pequeña Andrea. Eso es lo básico, lo demás, además de carecer de mucha importancia ya irá aflorando.

            Si no vas mal de tiempo y no te importa perder un poco en este o aquel blog, te invito a que me conozcas un “pelín” y por supuesto estaré encantado de conocerte. Rellenemos el espacio en blanco que sigue a las preguntas con respuestas llenas de imaginación y vida.

            Nos leemos.

viernes, 28 de enero de 2011

Nighthawks


            Habría unos diez taburetes libres en todo el bar, pero el tipo del traje azul marino se sentó justo al lado de la única mujer que se encontraba en el establecimiento. También hay que mencionar que el número de hombres presentes tampoco era demasiado; teniendo en cuenta al primero hacían un total de tres junto al camarero y al hombre de la esquina de la barra.

            El barman pasó un paño por la barra y miró perspicazmente al recién llegado esperando no tener que repetir con palabras lo que sus ojos preguntaban. El cliente, tras encender un cigarrillo y hacer una pausa que diera cierta hondura a la única palabra con la que respondería a la silenciosa cuestión dijo, -Café-. El camarero ladeó suavemente la cabeza en un gesto de aprobación y esbozó una ligera sonrisa satisfecho por haber ahorrado unas cuantas palabras una vez más; inmediatamente sirvió el café.

            Instantes después el tiempo pareció ralentizarse tanto, que cualquiera allí y aquí podría haber dicho que se había detenido del todo. Quizá fuera por lo intempestivo de la hora, ya de madrugada; quizá por lo silencioso de la calle, cuya luz provenía en gran parte del interior de la cafetería. Cuando el tiempo supuestamente reanudó su andadura la taza de la mujer vestida de rojo apareció vacía y el cigarro de su vecino se había consumido por completo. Encendiendo un nuevo pitillo se ofreció a invitar a la dama a otra infusión, a lo que ella respondió afirmativamente mientra escudriñaba con desdén las uñas de su mano derecha. –Phillie-, entonó amablemente el galán, -sírvenos otras dos tazas de café-. El trabajador de blanco uniforme y pajarita (o puede que corbata) torció un poco el gesto y vertiendo el oscuro líquido se vio moralmente obligado a comunicarse con palabras, -No me llamo Phillie, ni siquiera soy Phillie-. A la pareja esto no les pareció demasiado gracioso y tampoco intentaron disimularlo, pero él apoyando los codos contra la barra prosiguió la charla -Pensé que ese era tu nombre por lo que leí en el cartel de ahí fuera-.

-Si fuera Phillie no estaría aquí poniendo cafés-

-¿Por qué es el jefe?-

-No, porque está muerto-

En ese momento el hombre que estaba de espaldas al ventanal decidió acoplarse a la conversación, cosa que al tendero desagradó pues se estaba adentrando sin querer en un desierto de palabras que sin duda le llevaría a acabar perdido y con la boca seca.

-Joder, llevo toda mi vida aquí. Probablemente sea el primer cliente de este tugurio y me entero ahora que usted no es Phillie-

-Ni soy ni me llamo Phillie-, replicó insistiendo en el chiste que el otro cliente decidió con buen criterio ignorar.

-¿Quién coño es Phillie entonces? –

-No tengo la más mínima idea, él ya no estaba cuando empecé a trabajar aquí-

-¿Y cómo sabe que está muerto?-

-¿Es que es policía?-

-¿Policía? No, que va-

-Vaya pues parece uno de esos que no paran de hacer preguntas-

-¿Acaso tiene reparos en contestar?-

-Pues mire, por lo general, sí, así que espero que esta respuesta le deje satisfecho amén del café, por supuesto-

-El café está delicioso-

-¡Doy fe!- exclamó el hombre del traje azul marino con una voz medianamente jocosa que parecía estar divirtiéndose con la situación. Entonces el empleado retomó la palabra con la intención de zanjar la polémica lo antes posible y pasar así de nuevo al estado taciturno: -En lo que a mí respecta, el tal Phillie está muerto pues yo nunca lo vi, ni hablé con él, ni nada. La cafetería se llama Phillies y yo me dedico a servir cafés no a entretener a la clientela. Si por mi fuera este lugar se llamaría “Aves Nocturnas” o “Ed’s work of art” o qué sé yo, ¡pero yo no soy el dueño de esto  ni sé siquiera si me gustaría!-Terminando esto se pudo ver una gran vena que latía apresuradamente en el cuello del chico, que por cierto se llamaba Bob, aunque eso era algo que nunca les diría esa noche a esos tres clientes.

-Y ¿cómo te llamas chico?-

-Eso es algo que no les diré esta noche-, respondió. (¿Lo ven?)

-Bueno, seguramente mañana te lo vuelva a preguntar-

-Nosotros también lo haremos-, ahora el hombre del traje azul marino parecía más un burdo cómico que el Humphrey Bogart siniestro que pretendía ser cuando se sentó junto a la mujer que seguía estudiando cada surco de sus uñas sin prestar la más mínima atención al café.

-Muy bien, aquí estaré mañana. Yo sólo sirvo cafés y miro el mundo girar fuera del ventanal-.

-Y ¿qué ves ahora por esa ventana tuya?- preguntó socarronamente el tipo de la esquina de la barra queriendo tocar un poco más las narices al joven.

-Veo que va a amanecer pronto, pero es la luz de esta cafetería la que seguirá iluminando esta calle-. Y el tiempo pareció volver a detenerse…

jueves, 20 de enero de 2011

Regreso al futuro

Uno,dos. Uno, dos. Se escucha algo?
Buenas tardes, bienvenidos y gracias por ser partícipe del renacimiento del desengañado de la tecnología que soy yo mismo. Realmente no sé por dónde empezar, estoy intentando retomar la costumbre de desdoblar en la red una parte de mi vida que había sido fulminada de la misma a conciencia. Con el devenir de los años he ido alejándome de los mundos virtuales (que en momentos puntuales fueron más tangibles que los reales) como el que huye de una mofeta en el campo; seguramente he culpado de muchas cosas a una máquina que tiene la capacidad milagrosa de acercar al ser humano independientemente de la distancia a la que se encuentre de uno, basándome en la cara más frívola y superficial de ésta. A menudo culpamos al inocente de cosas que muy probablemente sean causadas por nosotros. Pregúntate esto a ti mismo y responde sin pensártelo mucho, verás como eres un lindo y pacífico corderito viviendo junto a una cueva de hambrientos y malvados lobos. Yo lo hice, y si nos paramos a pensarlo dos veces nos responderemos que somos el corderito, y somos el lobo, y el pastor, y el arca de Noé al completo si nos tocan las narices. He tardado unos años en contestar a algunas preguntas; el progreso puede ser cruel, pero también útil y redentor, entre muchas otras y casi infinitas cosas. Es conociendo la extensión de todo como podemos aprender a usar y sacar partido a las situaciones que se nos presentan. Ver sólo una porción de la realidad  nos limita y nos estanca, las ecuaciones se resuelven con datos...
Este Blog pretende ser la escayola que cure la pierna que se ha ido quebrando en un ámbito concreto de mi existencia ralentizando mi caminar por el mundo (real o no) y aspira a ser la muleta sobre la que se apoye la parte de mi que actúa racionalmente para seguir avanzando de manera profunda por la senda que me conduzca al equilibrio y a la comunión con el mundo que nos rodea.
Gracias compadre.